martes, 26 de marzo de 2013

Crónica de un Martes.


Todo empieza con la frazada en el piso -esa misma que en la infancia te protegía de monstruos y toda clase de amenaza- y un grito demandante.
Agarrás el celular y, como de costumbre, relées un par de mensajes anteriores para empezar bien el día. El teléfono marca las 6:30; nuevamente te levantaste después de lo debido como consecuencia de las horas que te quedaste "estudiando"(Léase hablándole) la noche anterior. De un salto y apurada salís de la cama sabiendo que vendría un día de esos en los que no tenes ni un segundo para vos misma.
Fabuloso, empieza el martes. Ya casi son las 7.15 y el remís en la puerta tocando bocina, acostumbrado ya a verte como la ultima en salir, a las corridas y casi siempre con la campera que no hiciste a tiempo a ponerte, en la mano. Compartís un par de clichés con el remisero hasta llegar al colegio. El intolerable tono despectivo de la portera: "Tarde señorita. Garcia Galeano, no? Mire como ya la reconozco." Disimulas el odio implacable. "Buenos días" entre dientes y finalmente entrás.
Por fortuna la profesora aún no llegó y no va a volver al discurso de las reglas del colegio los horarios y sus idioteces. Sentarte y ver llegar a tu mejor amiga con la peor de las caras, la abrazas sin decirle nada, y ella te agradece de la misma forma. Sin tener tiempo ni de intercambiar palabras empieza la clase. Interminable. La idea de tener Gimnasia e ingles mas tarde te carcome la cabeza. 
Como todos los martes al mediodía salís 40 minutos para verlo, de los cuales pasas menos de 20 con el. Aparentemente la suerte no estuvo de tu lado y -como mucho- pasaron 5 minutos juntos y ambos con mala cara. Despedirse les costó mas que nunca y el vacío en el pecho a medida que corría el tiempo era peor. 
Miras el celular, son las 15:45. Faltan 15 minutos para salir de la clase y se tornan insoportablemente largos. 16:00, salís del colegio pensando en la pila de cosas que tenés para hacer y por encima todavía tenes que ir a entrenamiento corporal, en danza.Estás en la parada del colectivo que no llega. Si bien falta una hora para ir a la escuela de danza, pensás en que si llegas tarde no te dejan tomar la clase, y si es así no podes rendir. Todo se torna insoportable y creés que tu día no puede ser peor. 

Oís a alguien chistar. Ante la duda lo ignoras. En un segundo pensas. Mirá si ese pobre necesitaba que le hiciera psicoterapia. Mirá si era un acosador. Mirá si... No, obvio que no era para mi. Te acordaste que aparentabas ser una chica madura y seguiste con lo tuyo. Un perfume un tanto familiar. Alguien te toma desde atrás, de la cintura. Giras de golpe con miedo, sin pensarlo. Y ahí está. Esa sonrisa peculiar capaz de alterar completamente tus sentidos. Lo ves, mirándote a los ojos e, inevitablemente, sonreís con tu mayor cara de idiota. Ahí es cuando se te olvida lo que estabas por hacer. Eso te rompió todos los esquemas del día. Y sabes que tu momento recién empieza. Sabés que el está ahí; ya no te importa nada más.