lunes, 1 de abril de 2013

Quiso el destino.


Quiso el destino que te encontrara, que te convirtieras en mi complemento. Que aparecieras en mi vida y me hicieras parte de la tuya. Cuando y donde menos lo pensé. Te encontré.

Tímido, reservado. Habla solo lo suficiente y cada palabra que salía de su boca me ayudaba mas a reconfirmar su perfección.
Perfil bajo. Muy bajo. Si bien mi mirada de anhelo era irrebatible, solo se atrevía a seguirme el juego muy de vez en cuando. Me desequilibraba ante la inconstancia de su actitud.
Enloquecía ante su tono grueso e impostado; su forma de hablar. Esa voz resultaba como música a mis oídos.
Ojos grandes. Ojos verdes. Cambiantes. Capaz de paralizarme entera y producirme una satisfacción sin igual con solo verme reflejada en ellos.
Sonrisa de lo que se puede llamar perfecta, que acompañada por su mirada fija y ambiciosa me hipnotizaba. 

Afortunada, siempre teniendo la excusa perfecta para buscarte; aunque no fue necesaria esta vez. Nuestras miradas más que evidentes no dejaron qué hablar. 
No hizo falta que dijeras nada; solo con tu presencia alcanzaba.